Debo confesar que las
declaraciones de Vasily Petrenko aparecidas en un diario regional horas antes de
su actuación en el Auditorio de Valladolid acrecentaron el interés por escuchar
a nuestra Sinfónica en su última aparición. Palabras preocupantes sobre los estragos
de la crisis en el panorama musical español (“dos años de crisis bastan para
perder lo conseguido en 35”) y sobre las consecuencias de la acefalia que
atraviesa la OSCyL (“siempre que vuelvo, los dos primeros días tenemos que
resolver muchas cosas técnicas y sólo desde el tercer día podemos descubrir la
música”).
A tenor del resultado del concierto
se puede decir que Petrenko se ha empleado a fondo y que los músicos de la
orquesta han sabido responder a este nuevo envite con empeño. Una mención destacada
merecen las cuerdas, que han jugado un papel relevante sobre todo en la suite
“Holberg” de Grieg, con dinámicas bien matizadas desde el “Praeludio” expuesto con
solemnidad y carácter, hasta la sonoridad del “Rigaudon”, pasando por el delicioso
solo de cello de la “Gavotta” (muy bien ejecutado por Marius Díaz). Algún pasaje
poco claro en el “Air” no enturbió el buen sabor dejado por esta bella pieza.
Prokofiev y su “Concierto para
violín en Sol menor” ocupó la parte central del programa, para el que la OSCyL contó
con la interpretación solística de Arabella Steinbacher, una joven violinista que
cuenta ya con una consolidada carrera internacional. A la elegancia de su indumentaria
y porte se corresponde su forma de ejecución, que acompaña con un arco homogéneo,
un vibrato sedoso y un fraseo claro y fresco.
Finalmente la primera sinfonía de
Sibelius, una partitura densa y compleja, atravesada de principio a fin por tensiones
y contrastes, encontró en la batuta de Petrenko una ejecución vigorosa, llena de
nervio y garra, que culminó en un fortissimo de proporciones casi wagnerianas
felizmente remansado por el pizzicatto final.