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31/7/13

Cajón de sastre-"Siglo de oro, siglo de ahora" (Ron Lalá)

Crítica sobre el espectáculo "Siglo de oro, siglo de ahora" de Ron Lalá dirigido por Yayo Cáceres, versificado por Álvaro Tato y con dirección musical de Miguel Magdalena. En el reparto: Juan Cañas, Íñigo Echevarría, Miguel Magdalena, Daniel Rovalher y Álvaro Tato. Lugar y fecha: Corrala del Palacio del Caballero (Olmedo), 21-07-2013.



"Un espectáculo lúcido e inteligente"
El ingenio es palabra esencial en la literatura del Siglo de Oro, como muestran las atribuciones a Lope de Vega como Fénix de los ingenios o a don Quijote de la Mancha como ingenioso hidalgo. Sebastián de Covarrubias lo define en su 'Tesoro de la lengua castellana' (Madrid, 1605) como «fuerça natural de entendimiento investigadora de sutilezas, invenciones y engaños». El ingenio es parco de equipaje: sólo requiere de razón y de palabra para construir su artificio y cautivar a su interlocutor. En este sentido, la producción 'Siglo de oro, Siglo de ahora', de Ron Lalá es una verdadera obra de ingenio, que derrocha inteligencia, agudeza y perspicacia a raudales. Para ello no precisa de gran despliegue de medios de escenografía, utilería o atrezzo. Sí, sin embargo, de intérpretes de fuste, con buena dosis de creatividad y dominio de la escena, como los que componen esta singular compañía de creación colectiva, finalista del Premio Max Revelación de 2009 y ganadora del Premio Max Mejor empresa y producción privada de este año.
Juan Cañas, Íñigo Echevarría, Miguel Magdalena, Daniel Rovalher y Álvaro Tato son los farsantes (en el sentido más barroco del término) de esta troupe de 'ronlaleros' de humor «crítico y cítrico», según ellos mismos declaran. Esta nueva propuesta reúne los ingredientes básicos de sus espectáculos: espacio casi desnudo, con pocos objetos usados de forma multifuncional (tarimas que son a la vez mesas, tablados, montañas, pedestales; pandereta que se convierte en luna...); un vestuario sencillo, más sugerente que descriptivo; iluminación cambiante aunque no efectista; puesta en escena natural y participativa con el público, que explota la carga fantástica de los objetos y situaciones, como sucedía en el teatro barroco español (baste pensar en el juego que da Cervantes a una simple manta para crear su retablo de maravillas). La música, junto a la palabra y al gesto, constituye otro de los soportes de la fábula: de fabricación propia, como el resto del espectáculo, con instrumentos tradicionales fundamentalmente de cuerda (guitarra, que por cierto llega a rasgarse con el pie y la suela del zapato) y percusión (pandereta, tambor hecho con un cubo de basura, cajón, djembé, crótalos y hasta una flauta de plástico que se frota en el interior del djembé).
Se basa sobre todo en canciones y ritmos folclóricos aunque también se recurre a músicas urbanas, como en la genial imitación de las cadencias de jazz hecha con bocas de globos o lírico-ligeras. Se echa en falta, por qué no decirlo, alguna incursión en el rico repertorio español de época. Las voces, afinadas y empastadas, y destacan por su calidad las de Juan Cañas y Daniel Rovalher.
El verso y la palabra se convierten en sí mismos en espectáculo, con toda la pirotecnia de su artificio retórico; con ellos se hace un repaso al 'siglo de ahora', en clave de ironía y sarcasmo, aprovechando el estilo, las hormas (entremeses, jácaras, mojigangas) y las formas del Siglo de Oro.


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El Norte de Castilla, 23-07-2013, págs. 40-1
[http://www.elnortedecastilla.es/20130722/cultura/espectaculo-lucido-inteligente-201307222203.html]